jueves, 11 de abril de 2013

Las plateadas manzanas de la luna


Adán y Eva en el paraíso
El mito judeocristiano de formación de los humanos señala que Eva surge de una costilla de Adán. Esta versión es ya interesada, porque cabe otra interpretación que ofrecen los relatos hebreos, donde Adán y Eva habrían sido fabricados por su creador al mismo tiempo. Sin embargo, ambas historias tienen algo en común: el fabricante de la humanidad era un macho.

La mujer así, retomando la versión cosmogónica imperante, fue hecha a semejanza del varón y no a semejanza del fabricante; cualidad que sí tendrían el hombre, que fue hecho en primer lugar y a similitud de su padre, el autor. Según los custodios de la fe judeocristiana, el hombre fue “creado”, en tanto la mujer sólo “formada”.

Ese mismo macho manufacturero fue quien se involucró con una mortal para engendrar un hijo, como los héroes de la mitología griega. Sin embargo, en este caso el “vínculo” no fue carnal, sino mediado, negando así el acto sexual. De esta forma la mitología cristiana consiguió despojar a la hembra mortal de toda femineidad para entronarla sólo en su calidad de madre, despojándola de sexualidad. Obediente y sin sexualidad, la mujer solo tenía el camino de la virtud de la maternidad. La religión la había dejado sin poder y sin placer.

La manzana que la llevó a tomar razón de su sujeción es otro mito, algo más largo en la historia. El mito de la culpa. Esa mujer es la que conviene a la religión de los machos: impotente, asexuada y culpable, para ser lo que le está mandado por el fabricante: sometida.

Pero la historia es algo más accidentada, algo más rebelde. El largo camino de la emancipación de la mujer no es tarea fácil en la cultura judeocristiana, porque su liberación es contra el dios-fabricante macho. La mujer es el verdadero mensaje, la revelación y la vida. No el macho, no su hijo, sino ella misma.

La mujer, cada mujer, es un mesías. Una vez liberada la mujer, se habrá liberado la humanidad. Esa libertad es más antigua que el mito judeocristiano, porque lo que los custodios de la fe dominante olvidan de los textos hebreos originales es que Eva, la obediente, no fue la primera mujer de Adán. Su primera mujer lo había abandonado por no resistir su dominación. Lilith, la liberada, se hastió y abandonó el paraíso. Partió dejando a ambos atrás, se marchó con una bolsa llena de plateadas manzanas de la luna para repartir.


The Song of Wandering Aengus

William Butler Yeats, Irlanda

Salí al bosque de avellanos,
Porque tenía un incendio en mi cabeza,
Y corté y pelé una rama de avellano,
Y enganché una baya al hilo;
Y mientras volaban las polillas blancas,
Y estrellas como polillas titilaban,
Eché la baya en el arroyo
Y atrapé una pequeña trucha dorada.


Cuando la hube dejado en el suelo
Fui a encender el fuego,
Pero algo susurró en el suelo,
Y alguien me llamó por mi nombre:
Se había convertido en una muchacha de tenue brillo
Con flores de manzano en su cabello
Que me llamó por mi nombre y corrió
Y se desvaneció entre el aire que aclaraba.


Aunque ya estoy viejo de vagar
Por tierras bajas y tierras montañosas,
Descubriré dónde se ha ido,
Y besaré sus labios y tomaré sus manos;
Y caminaré por la larga yerba de colores,
Y cogeré hasta el fin de los tiempos
Las plateadas manzanas de la luna,
Las doradas manzanas del sol.

Autor del post: Fernando Quilaleo 
Edición: Cristina Uzal 








No hay comentarios:

Publicar un comentario