miércoles, 15 de mayo de 2013

Fumadora pasiva


Aún recuerdo aquellas tardes, que se nos hacían madrugadas, en la plaza al lado de mi casa... Una, dos, tres de la mañana. Yo moría de sueño sentada en aquel banco, pero trataba de no bostezar para que no confundieses cansancio con indiferencia o aburrimiento.

Nos veíamos a eso de las siete o las ocho. Tú llegabas sonriente, con paso ligero y cigarro en mano. Fumar siempre me había parecido un vicio horrible, pero rápido me acostumbré a tus besos “nicotinados”.

“Señorita, aquí tiene sus parches de nicotina”. La voz del farmacéutico me devuelve a la realidad. “Qué bueno que haya decidido dejar de fumar”.

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